martes, 7 de octubre de 2008

Diario de viaje: Madryn

Una vez más anduve de visitas por el sur argentino, más precisamente en Puerto Madryn. Hasta allí llegué en componía de 148 de los alumnos de la Escuela Normal Víctor Mercante, mis compañeros docentes Alicia, Natanael, Blanca, Gabriel y Luciana, profes de 6º, la teacher Estela, la profe de compu Verónica, la de música Ivana, el profe Gonzalo y algunos papás.

El viaje forma parte de un proyecto que se trabaja desde los primeros días del año, intensificándose en el mes previo a la ansiada partida.

Uno de los principales atractivos del lugar es el avistaje de la ballena franca austral, en Puerto Pirámides -un lugar muy bello, de esos para quedarse a vivir... talvez (les recomiendo ver la película Gigantes de Valdes)-, aunque en realidad este año como muestra la foto de arriba a la izquierda las disfrutamos en las playas de Madryn; en la misma ciudad también visitamos el Ecocentro, una especie de museo o centro de información muy moderno referido a la fauna marina.

En la ciudad de Trelew visitamos el Museo Egidio Feruglio, cuya temática es los habitantes prehistóricos de la Patagonia: los dinosaurios, los pibes fascinados. Tras esta visita nos dirigimos a Punta Tombo, un área natural protegida a la que todos los años los pingüinos de magallanes llegan para reproducirse, hay miles, están por donde se mire, algunos copulando, otros incubando sus huevos, limpiándose las plumas, armando sus nidos, ingresando o saliendo del mar... acá los chicos se vuelven locos.

También estuvimos en una típica estancia patagónica, donde los pibes presenciaron cómo es una esquila de ovejas (nos faltó probar el popular cordero), allí caminamos hasta el borde de un acantilado, el Co. Avanzado, desde donde se tiene una panoramica de todo el Golfo Nuevo y en la misma ciudad de Madryn el Museo Pujol.

El viaje es bastante cansador, son muchas horas en colectivo para llegar hasta Madryn y allí otras tantas para moverse de un lugar a otro, salir de Madryn como quien sale para ir hasta Arroyo Cabral, implica viajar no menos de 180 kilómetros, pero el contacto con la naturaleza, la calidez de los lugares que se visitan bien valen la pena.

Es un viaje ideal para realizar en familia, no por cuestiones de trabajo, pero sería una verdadera necedad quejarse, los pibes son bárbaros y verlos disfrutar es una de las mayores alegrías que te regala la tarea docente.

No hay comentarios: