viernes, 29 de febrero de 2008

El final del cuento de fútbol


4. Volver
¿Qué hago? Tenía 21 años y nada en la vida. De repente me salió una oferta en Tucumán y sin pensarlo, desesperado agarré. Así que me fui para allá sin estar convencido. Sentía la obligación de tener algo, un club donde jugar para demostrarle a todos que contaba con condiciones. Pero me encontré con otro mundo. Un mundo muy distinto al de Buenos Aires en todos los sentidos. Yo venía de tener mi platita todos los meses, el recibo de sueldo, un departamento y lo que te imaginaras al alcance de tus manos. Y allá tenía que correr detrás de un dirigente para que me pagara lo que me había prometido, no te daban la guita, se escondían, esperabas el día del partido, cuando aparecen todos, pero ni así. Salía de la cancha a mil y los tipos ya no estaban más. El punto final fue en la previa del clásico, ese sábado se casaba mi hermano y yo no pude venir porque el domingo jugábamos. Qué bajón. Con todo lo que ya me había perdido. Creo que estuve una o dos semanas más y me pegué la vuelta. Dejé todo y no me acuerdo si cobre lo que me habían prometido. Me volví a Buenos Aires. Fui a parar al departamento de una mina que tenía en ese entonces. Ella laburaba y vivía sola. Así que ahí me instalé, pero a medida que pasaban los días y no llegaba ni una oferta, entré a desesperarme, no sabés qué hacer de tu vida. Estaba pintado, yo que había estado tan cerca de jugar en primera, ahora estaba pintado y mantenido por una mina. Toqué fondo. Llegué bien abajo. Jamás me lo hubiese imaginado, ya no quería saber más nada con el fútbol, en lo único que pensaba era en poder encontrar un lindo trabajo y formar una linda familia. Pero por suerte todavía estaban mis viejos. “Volvé cuando quieras, que ahí todavía está tu camita”. Eso me dijeron. Son de fierro, porque ellos también cargaban sobre sus espaldas con mi fracaso. Perdieron un hijo a los dieciséis años, tenían puestas sus esperanzas en él, como todo padre, que le vaya bien, que triunfe, que se asegure un futuro y nada. El guaso volvió con una mano atrás y otra adelante. Sin trabajo. Sin perspectivas. Porque encima yo no podía jugar al fútbol en ningún lado. Ahí me dí cuenta de lo valioso que es tener una familia, de las pequeñas cosas de todos los días, de lo que significa volver a las raíces. Al final, terminé arreglando con un club de la Liga, pero no sabés lo que significó salir a la cancha todos los domingos. La gente iba a verme con cierto grado de expectativas. Yo venía de Ferro, de estar muy cerca de primera. Se sentía la presión. Para colmo, yo andaba muy mal. Me pasaban por todos lados, por arriba o por abajo. Este... Es una forma de decir, tan bagre no era, pero no respondía para nada. Entonces empecé a escuchar los comentarios. “¡Este estuvo en Ferro!”. “Claro, como no lo van a mandar de vuelta”. Y así, como esos un montón, cientos, miles. Pero qué sabían lo que me estaba pasando. Había días enteros que me la pasaba encerrado en la pieza de mi casa llorando. No era fácil asimilar todo lo eso... El fracaso. Hasta que un día dije “se van todos a la mierda. Si hay plata arreglo, aunque puteen a toda mi familia”. Vino un club de la región y ahí fui. Después otro. Con la plata me compré cosas para ir haciéndome la casita, ya había empezado a salir con una piba, que ahora es mí señora, y las cosas empezaron a mejorar. Conseguí trabajo. Ahora tenemos una pibita, es preciosa, tiene meses nomás. Es como que me olvidé de todo eso que pasé. Empecé a vivir de nuevo. Porque si hubo algo bueno en todo esto es que aprendí a querer a las personas tal como son, con sus virtudes y defectos. Hubo muchos que eran muy amigos, amigazos, mientras yo estaba en Buenos Aires. Cada vez que venía los tenía a mi alrededor, me preguntaban cosas, charlábamos mucho, incluso estaban aquellos con los que cenábamos todas las noches juntos. Pero cuando volví ya no me daban la misma bola que antes, era un “Hola, que tal”, seco, cortante y al pasar. Entonces las cabeza empezaba a funcionar a mil y se preguntaba si esos tipos alguna vez te habían valorado como persona. Me sentía usado. Me acordaba cuando se despedían de mí y le mandaban saludos a los que estaban en Buenos Aires. ¿Sabés para qué? Para tener presencia ellos, te usaban para estar en contacto. “Dale saludos a tal”, “No te olvidés de decirle a fulano que le mando saludos” o sino iban para allí y te ponían como carta de presentación, “Víctor me dijo tal cosa”, entonces empezaban un diálogo con un tipo que de otra manera no les habría dado ni cinco de pelotas, a lo sumo les podría haber firmado un autógrafo, nada más. Ahora lo entiendo a Ballas. Yo no llegué a ningún lado, pero él sí, fue campeón del mundo, tuvo fama, dinero y ahora anda en una motito. Muchos se le cagan de risa cuando lo ven pasar, pero yo no. Yo lo admiro. Se lo ve auténtico, disfrutando la vida que armó después de todo eso. Lo entiendo, como no lo voy a entender, si yo también lo pasé. A veces tengo ganas de llamarlo y sacarme una foto con él. Me da vergüenza. No sé. Quizás algún día me anime. ¿El fútbol? Bien gracias. Voy los sábados a jugar en el comercial, pero mucho no me gusta tampoco, porque dicen que es para hacer deportes nada más, pero hay unos nenes que meten como si estuvieran jugando la final del mundo. Voy por compromiso. Por eso voy a veces nomás. Tengo ganas de divertirme adentro de una cancha, ya sufrí mucho. Así que le hago a la bocha los jueves por la noche con un grupo de amigos, tenemos reservada una cancha y ahí nos juntamos como lo hacíamos antes, cuando éramos chicos. No perdimos esa mágico funcionamiento que habíamos logrado en Argentino, cuando salimos campeones invictos y choreando. Creo que si nos pusieran a todos adentro de una misma cancha, les pintamos la cara a más de uno. ¡Bah! Es una forma de decir, porque algunos tienen panzita y otros directamente panza. Yo no. No perdí la costumbre de salir a correr, de hacer ejercicios, es saludable, además, voy dos veces por semana al gimnasio. Trato de sentirme en forma, me ayuda en muchas cosas, sobretodo porque me pone de buen humor, que ayuda en el trabajo y en casa. Después miro mucho fútbol por televisión, me gusta... ¡Uy! Hay viene mi señora con la nena. Mozo, me cobra los dos cortados. Dejá. Yo invito, me vino bien charlar un rato sobre todas estas cosas. Nos juntamos otro día y te cuento todas las anécdotas que tengo. Chau. Suerte.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Tren para todos

Por Pino Solanas

La sociedad argentina padece uno de los más caros e inseguros sistemas de transporte, con catastróficas consecuencias humanas y económicas. En 2007 el transporte vial le ocasionó al país la mayor cantidad de accidentes de su historia, con más de 8000 muertos y miles de heridos. No es sólo imprudencia o el alcohol: es el colapso del sistema de transporte a raíz de la drástica reducción del ferrocarril y las privatizaciones que demostraron ser incapaces de dar mejor servicio que el transporte público.

En todo el mundo se siguió desarrollando el ferrocarril porque es el más económico de todos los transportes y el único que entra a cualquier pueblo con niebla o lluvia. En nuestro país, el plan Larkin (Banco Mundial, año 1959) levantó ramales para hacer economías, pero su real objetivo fue debilitar las economías regionales y la industria nacional. De casi 50.000 km de vías y 130.000 ferroviarios que había en 1955, pasamos a 36.000 km y 95.000 trabajadores en 1989. Hoy tenemos 7000 km y 14.000 ferroviarios y no se puede circular a más de 50 km/hora. ¿Cuáles fueron los ahorros? Ninguno.

Con el gobierno Kirchner pagamos tres veces más que antes: tres millones de dólares por día y con las inversiones, once millones de pesos al año. El Estado paga todos los sueldos, compras y reparaciones y, además, subsidia con más de mil millones de pesos el gasoil de autos, colectivos y camiones, viajemos o no en ellos. Argentina paga uno de los sistemas de transporte más caros del mundo: equivale al 27 por ciento de su PBI, contra el 9 por ciento de Canadá y Australia.

Siendo un país agrario, el transporte automotor no es viable. El ferrocarril cuesta 7 u 8 veces menos: una locomotora arrastra la carga de 50 camiones; un tren mediano lleva tantos pasajeros como 19 ómnibus. Con la mitad de lo que gastarán en el “tren bala” se reconstruyen a nuevo 11.000 km de vías para los cargueros y 7000 km para los cinco grandes ramales a las provincias, más 300 locomotoras y cientos de vagones nuevos para poder circular a 120 km por hora. La reconstrucción de la industria ferroviaria pública puede crear miles de puestos de trabajo en vez de comprar trenes en desuso –caros y sin repuestos– de Portugal o España. El secretario de Transporte, Ricardo Jaime, debería explicar por qué derrocha los recursos en chatarra ferroviaria.

Frente a la crisis y la desinformación, el kirchnerismo quiere hacer votar en las sesiones extraordinarias de la Cámara de Diputados la Ley de Reordenamiento Ferroviario, sin el necesario debate y cerrando la ronda de consultas. Tras su paso por el Senado, el proyecto de ley fue vaciado de contenido: el Estado les seguirá sirviendo la mesa a los mismos concesionarios que nos comen desde Menem. Con la complicidad de funcionarios, son responsables del vaciamiento impune de los 37 talleres-fábricas con sus miles de máquinas y repuestos, más el destrozo y robo de miles de vagones y locomotoras. El valioso patrimonio fue entregado sin inventario previo a los Taselli, Cirigliano, Roggio, Romero, Techint, Urquía, Brahma, Camargo Correa. Hoy poco queda de él y ninguna denuncia penal prosperó.

La medida más salvaje de las privatizaciones fue sacarles a los pueblos los trenes interurbanos que unían las provincias. Nada golpeó más a los productores y las economías; se perdió la carga difusa y el servicio de correo. Miles de poblaciones sin pavimento hasta la ruta quedaron aisladas; 800 estaciones cerraron; sus pueblos se transformaron en fantasmas y un millón de habitantes emigró hacia las capitales.

Frente a la tragedia social, el proyecto de Cristina Fernández no es reconstruir la red que integraba al país, sino instalar el tren bala hacia Rosario y Córdoba y a Mar del Plata. Su modelo referencial es Puerto Madero, obra de la corporación creada por Menem y Grosso que se apropió de los terrenos públicos del puerto sin pagar nada. Hoy el metro cubierto se vende a u$s 4000: ¿podrán comprar los argentinos o sólo los extranjeros?

El tren bala es antidemocrático y antinacional: su boleto será caro, aumentará la dependencia tecnológica y la deuda externa. El imperativo es restituirle al pueblo su derecho al transporte: volver al tren para todos, un servicio interurbano seguro y confortable, y revisar el modelo actual para reducir las víctimas y costos de la guerra del automotor. El tren debe volver a ser una cultura de la comunicación que integre a la Nación.

* Integrante de Proyecto Sur.

La nave de la revolución sigue en curso


Por Atilio A. Borón *

Si algo hacía falta para ratificar por enésima vez que Fidel es un personaje “histórico universal”, como diría Hegel, y por añadidura uno de los pocos estadistas que quedan en el mundo, lo prueba el fenomenal impacto que tuvo la difusión del mensaje en el cual el líder cubano anunciaba que ni aspiraría ni aceptaría ocupar nuevamente los cargos de presidente del Consejo de Estado y comandante en jefe. Al promediar la tarde, un sencillo recuento en el buscador Google en español e inglés revelaba que ya había cerca de medio millón de páginas referidas a la decisión del gobernante cubano, una cifra absolutamente inalcanzable por cualquier declaración formulada por la inmensa mayoría de los políticos y gobernantes del mundo entero. Por supuesto, esta conmoción mundial sirvió para excitar la imaginación de quienes vieron en este acto el inicio de un proceso de “apertura” en Cuba, vaguísima noción bajo la cual se oculta la precisa ambición de instaurar en la isla un régimen político calcado del modelo norteamericano. Es decir, un bipartidismo en donde quien recauda más fondos gana las elecciones para luego gobernar a favor de sus financistas; o como en Italia, donde gracias a ese modelo puede triunfar un producto del bajo fondo como Berlusconi, de quien la conservadora revista The Economist hace rato viene diciendo que debería estar en la cárcel; o como en España, donde puede hacerlo un político de la época de Torquemada como Rajoy, capaz de agitar los esperpentos mentales que aún hoy oprimen el alma de un amplio sector de la sociedad española sumida en los vapores de la Inquisición.

Entre los exaltados aperturistas figuran prominentemente los tres precandidatos de los Estados Unidos, en una desaforada carrera para ver quién mejor se congracia con los sórdidos personajes que manejan la clientela electoral de Miami. La “esperanza negra” de los progres de América latina y Europa, Barack Obama, dijo que “el día de hoy debería marcar el fin de una era tenebrosa en Cuba”. Y confirmando que en materia de política exterior las diferencias ya ni siquiera son de retórica, para no hablar de sustancia, Hillary Clinton celebró el fin de 58 años (¡sic!) de one-man rule en Cuba y en un alarde de sensatez aconsejó a los cubanos a que se inspiraran en las ejemplares “lecciones aportadas por las recientes elecciones en Pakistán y la declaración de la independencia (léase: secesión) de Kosovo”. John McCain, para no desentonar en esta grotesca cacofonía de disparates, declaró que “Estados Unidos puede y debe acelerar el encendido de la chispa de la libertad en Cuba”, seguramente como tan felizmente lo hiciera en Irak y Afganistán.

No sorprende, por lo tanto, que la nave de la Revolución Cubana siga su curso impertérrita ante tantos dislates; o que su institucionalidad le haya permitido absorber sin sobresalto alguno la salida de Fidel del gobierno y su reemplazo por Raúl y que aquél pueda regresar ahora para dedicarse, con el empeño que pone en todos sus actos y la sabiduría adquirida a lo largo de los años, a librar la crucial “batalla de ideas” que tanto necesita no sólo nuestra región sino también una humanidad cuya supervivencia, según Noam Chomsky, se encuentra seriamente amenazada por una catástrofe capaz de poner fin a toda forma de vida en nuestro planeta.

* Politólogo

jueves, 14 de febrero de 2008

La sociedad les otorgó otro mandato

"Todo lo que pueda hacer es por la sociedad", dice la abogada radical Silvia Balderramos en un pasaje de la entrevista que le hizo EL DIARIO, haciendo referencia a su nombramiento y el de los dirigentes de su partido Sergio Gilabert y Omar Ramonda como funcionarios del gobierno accastelista.

En ella justifica su designación diciendo que el intendente elegió a "los mejores", ´lo cual no está en discusión, puesto que no se trata en estas líneas de calificar a nadie, sino simplemente de remarcar lo que considero un error de interpretación de lo que la sociedad dijo en las últimas elecciones municipales.

A saber de 10 vecinos villamarienses sólo 3 votaron a Acastello (por lo tanto, no es "el intendente que votó la sociedad"), es decir que 7 estaban en desacuerdo con lo hecho en las últimas dos gestiones y se expresaron en las urnas votando a otras fuerzas políticas, como la Democracia Cristiana (que postulaba a Raúl Costa) y el Frente Cívico y Social, del cual formó parte el radicalismo en Villa María.

Por lo tanto, el rol asignado por la sociedad esos los dirigentes era el de oposición, en un rol de contralor con el objetivo de poner límites a los posibles excesos de quienes ostentan y manejan el poder a discreción.

Esta cooptación que de manera inteligenta Accastello ha hecho de los distintos actores sociales villamarienses, ya que metió bajo su ala cooperativista, empresarios, comerciantes y "opositores" lejos está de ser un paso en beneficio de transparentar el funcionamiento de las instituciones democráticas, en la cual el equilibrio estaba dado precisamente en la confrontación de ideas y proyectos, en el debate que permitía el enriquecimiento de los mismos, que redundaba en un beneficio para la ciudadanía y, sobre todo, transparentaba los actos de gobierno, de cualquier gobierno.

¿Dónde va la Aduana?

Si uno lee EL DIARIO del 14 de febrero puede llegar a quedar un tanto desorientado acerca del asentamiento de otra dependencia de la ADUANA en Córdoba, por un lado Accastello dice que será en Villa María cerca de la autopista y páginas más adentro del matutino se informa que se asentará en General Deheza, en los pagos del Ñoño Urquía... ¿dónde se emplazará finalmente? No se pierdan el próximo episodio de 100% lucha entre Eduardo y Roberto.

Una idea poco feliz

Esto de cortar un puente, sobre que no hay muchos entre Villa María y Villa Nueva, para presentar los colectivos nuevos no fue precisamente UNA BUENA IDEA, la verdad creí que pensaban un poco más... Se entiende que quisieron aprovechar la presencia de la gente en la costanera... pero justo frente al puente!!

De todos modos los usuarios, creo, estarían más contentos con un servicio eficiente.

Encima...

No sólo que cortaron el tránsito en el puente, sino que además uno se enteró que el gobernador Schiaretti sostuvo en el mismo acto que con Marcelo Frossasco y Enrique Sella como legisladores del departamento tenemos el crecimiento asegurado... JA, que buen chiste. ¿No lo trajeron a Schiaretti lo trajeron para actuar en el Anfi como humorista?¿verdá?

¡Ah! De paso lo empernó a Costa: "Raúl lo necesitamos", fue más o menos lo que dijo... O sea... Ya no queda nadie en la vereda de enfrente.

Cuento de fútbol (3ra. parte)

3. Estar

Al principio, como todo era nuevo, todo me parecía lindo. Pero con el paso del tiempo las cosas se fueron complicando o, mejor dicho, haciéndose más difíciles. Había que estar todos los días al pie del cañón a las siete de la mañana, sobre todo cuando uno es adolescente y te empiezan a gustar otras cosas, cuando se te despierta el indio. Para colmo, Buenos Aires es una ciudad tramposa, tenés de todo ahí nomás al alcance de tus manos. Es muy dañina si sos una persona que no conoce sus límites o si no tiene la capacidad para ponérselos. Las minas que veíamos. Cada giro y encima cuando vos le decías que eras futbolista y que estabas en Ferro, quedaban regaladas. Pero guarda que nosotros sabíamos cuando salir de farra, lo manejábamos, porque al otro día tenías que estar arriba a las siete y los tipos se daban cuenta al toque si vos habías descansado bien o no. Había que rendir a foul en todas las prácticas. Lo nuestro no era la noche. Era la tarde. Después del almuerzo no nos quedaba otra que hacer una buena siesta y cuando nos levantábamos salíamos a girar. Le tirábamos los galgos a todas las minas que veíamos por la calle. No podías dejar pasar una oportunidad porque en diez millones de personas cuándo volvés a ver una piba. ¿Sabés qué? En esa época no teníamos nada en claro, sobre todo con uno mismo. Pero a esa edad qué querés. Si bien en la pensión no nos faltaba nada, estaba a seiscientos kilómetros de mí casa, de mis Viejos o de la gente que te pudiera dar un sano consejo. Hoy me doy cuenta que si hubiese tenido las pilas puestas en llegar, en lugar de haber estado pavoteando por ahí, tendría que haberme quedado en el gimnasio o después de ahora en la práctica puliendo los defectos. No lo vas a creer, pero yo no sé cabecear. Sí. Estuve seis años en un club de primera y no aprendí a cabecear. Cuando lo entendí era tarde, ya estaba jugado. Me dí cuenta cuando me tocó la colimba y no hicieron nada para que zafara. Si les hubiese interesado hubiesen hablado con los milicos, pero no. Los tipos me dejaron ir como si nada. Debería haber tenido los huevos suficientes para encarar a los técnicos de frente y hablarles directo para saber cuales eran mis posibilidades, qué querían de mí y definir de esa manera tu futuro, el rumbo de tu vida. Si los tipos hubiesen sido francos, sinceros, me lo deberían haber dicho también y podrían haberlo hecho cuando firmé el contrato, cuando me hicieron profesional. En una de esas me podía enchufar de nuevo y meterme en carrera otra vez. Me hubiese alcanzado con ver a otros jugadores, si adelante mío estaban Cúper y el ‘Gallego’ Vázquez. Con copiarles algo de lo que hacían me alcanzaba. Pero yo ya estaba jugado y cuando entraba a la cancha buscaba divertirme. Me acuerdo que un día en la cancha de Racing, jugando con la reserva, me venía una pelota divina, re-fácil, caía colgadita y todo aconsejaba que tenía que reventarla de primera para que después se encargaran los delanteros de conseguirla, sin embargo la paré, la puse abajo del botín y aguanté la cara del nueve de ellos, cuando estaba cerca amagué que le iba a pegar, pero la cambié de derecha a izquierda y salí jugando, levanté la cabeza y se la dí al cinco, que estaba pasando por una situación similar a la mía. No sabés la gente en las tribunas, se venía abajo, para colmo ya estábamos cerca del final del partido, así que se habían juntado bastantes simpatizantes de ambos clubes. Pero en el banco, el ‘Cai’ me quería matar, no te imaginás cómo me puteaba. Por un lado tenía razón, no sólo estaba arriesgando una pelota, sino también un montón de guita. El dinero de mis compañeros y el suyo. Pero por el otro, loco, ¡qué falta de campito! Te cuento, ellos sostenían que en esa época, en Argentina, solamente Olguín podía salir jugando con la pelota, el resto teníamos que reventarla. Y yo no era así. No lo sentía. Había otros chicos que no tenían problemas, les pedían que la reventaran a la tribuna y zas, allá iba la pelota, si había que cortar un ataque del rival bajando a un jugador, con foul, no dudaban a darle de la rodilla para arriba. Yo, en cambio, había escrito mi final en Ferro, aunque en realidad hacía las cosas esperando que me vieran de otro club y me llamaran. Yo ahí ya no quería seguir jugando, es como que me había dado cuenta que me usaron, que me tuvieron para la competencia con otros zagueros centrales o, por mi estilo, para entrenar a los delanteros propios, nada más. Creo que ellos sabían que yo nunca iba a jugar en primera... desde el principio. Que se la va a hacer, fueron años contradictorios, con cosas feas, las menos, y otras muy lindas. Me acuerdo de una espectacular. Veníamos desde Pontevedra en el auto de Oscar Acosta, él, Marchesini, El ‘Gallego’ González, El ‘Mago’ Garré y yo; entrando a la Capital nos pasamos un semáforo en rojo y nos paró un milico, ya no estaba por hacer la boleta y Acosta, para zafar, le dice, “Pará Viejo, sabés qué pasa, que tenemos que llegar rápido a la cancha porque concentramos. Nosotros somos jugadores de primera”. “¡Ah! ¿Sí? ¿Dónde che?”, nos pregunta el tipo. “En Ferro”, le contestó. El cana se inclina sobre sí mismo y empieza a observarnos uno por uno, de repente empieza a zarandear al cabeza como afirmando y me señala a mí. “Tenés razón a ese yo lo conozco, lo ví en los diarios”, dijo y nos dejó pasar. A mí me reconoció, que ni siquiera iba al banco de suplentes y los otros tipos ya habían ganado todo, venían de ser campeones de primera, jugaron la Copa Libertadores y encima tenían selección. En fin, cosas lindas que uno recuerda. Como los buenos compañeros, porque guarda, ahí no hacés amigos. Decime si a una persona con la que compartiste seis años de tu vida, con la que visite junto en una pensión, en un departamento, con la que conociste mujeres y la noche de Buenos Aires, con la que compartiste sueños e ilusiones, no la vas a llamar por teléfono en las malas para brindarle una palabra de aliento. ¿Vos lo harías? Yo sí. Sin embargo, nadie me llamó. Solo como llegué, también me fui. Años después el ‘Mono’ Burgos sé que anduvo preguntando por mí, mandó a pedir mi número de teléfono, pero... Ya estaba, ya había pasado todo. Yo quería olvidar. Lo podría haber llamado, pero no lo hice cuando las cosas no le estaban saliendo bien, cómo iba a quedar que lo llamase ahora que estaba en la cúspide, rodeado por el éxito. Son cosas que vos pensás. Es que pensás mil cosas. No sé si está bien o mal. Pero ya está, en una de esas la vida nos pone frente a frente en el camino y charlamos como si nada hubiera pasado.

lunes, 11 de febrero de 2008

De Trelew a La Calera

La detención de los militares Rubén Norberto Paccagnini y Emilio Jorge Del Real, por ser participes en la Masacre de Trelew, no deja de ser un motivo de satisfacción, un acto de Justicia en sí mismo, se trata de poner entre en su lugar a simples asesinos.

Es un paso significativo, aún a más de 30 años del hecho, en materia de DERECHOS HUMANOS; "Es importantísimo para la salud de la Patria", como sostuvo el gobernador de Chubut, Mario Das Neves, pero a esta altura de la historia de nuestro país, creo que la JUSTICIA debería ir encargándose de otros asuntos que también constituyen una violación a los derechos más elementales de los habitantes de esta tierra.

Que hayan chicos desnutridos en La Calera, a escasos metros del centro del poder de una de las provincias más ricas del país, Córdoba, constituye una violación a los Derechos Humanos y en función de ello HAY RESPONSABLES, alguien debe hacerse cargo de lo que no se hizo y ser juzgado en tal sentido, porque la sociedad a través del voto le dio un mandato y no fue cumplido.

Me producen aberración todos los crímenes cometidos por los militares en la década del ’70, particularmente porque creo que se llevaron lo mejor de una generación, que daba la vida en pos de un ideal, de un futuro y de un país mejor, dejándonos esto que tenemos en la actualidad… Celebro cada vez que un militar es detenido o condenado por lo que hizo, pero siento que si nos quedamos en eso somos presa del rencor, quedamos en punto muerto dentro de un capítulo triste de nuestra historia y no avanzamos en el sentido de solucionar los problemas que hoy aquejan a la población: EDUCACIÓN, SALUD, VIVIENDA y ALIMENTACIÓN, que también son Derechos Humanos.

La Justicia, entonces, si es justa, debe buscar y castigar a los responsables de haber incumplido sus deberes de funcionarios públicos, a aquellos que generaron deudas impagables en el país, en las provincias o en las municipalidades; a los que desatendieron las necesidades de la población, a los que no cumplieron con sus promesas, a los que se enriquecieron más de la cuenta desde la función pública, etcétera, etcétera... Así cerraríamos el círculo y podríamos decir que Argentina es un país jurídicamente serio y seguro.

viernes, 8 de febrero de 2008

Un cuento de fútbol (2da. parte)

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2. Partir

Creí haber tocado el cielo con las manos. Te repito, en esa época no iban muchos a Buenos Aires y yo que había ido, quedé. Se lo dije con una alegría enorme a mis Viejos y no veía la hora en que llegara el día en que tenía que viajar. Me acuerdo que charlábamos bastante con mis Viejos sobre todo lo que significaba irse, pero yo no les daba ni cinco de pelotas, no veía la hora de irme. En esos días, creo, fue cuando empecé a dejar los libros. Estaba en cuarto año del secundario... Era un pendejo, tenía la cabeza en otra cosa, me imaginaba que iba a llegar, que iba con el fútbol iba a salvar a toda la familia y que no iba a tener necesidad de tener un estudio. Cosas de chicos. Después en Buenos Aires me anoté en un nocturno, pero duré un par de semanas y largué. Yo tenía la idea fija de jugar al fútbol, para mí todo era fútbol, fútbol y fútbol. Además llegué a la pensión del club que en esa época era como un hotel cinco estrellas. No nos faltaba nada. Nos daban las cuatro comidas diarias bien abundantes, televisión, calefacción en invierno y aire acondicionado en verano. Un lujo total. Y vivíamos en Caballito, en plena Capital Federal, que no es lo mismo que estar... Qué sé yo, en Avellaneda, por ejemplo. Ahí teníamos todo a mano, el club a dos pasos y a lo sumo una hora de viaje hasta Pontevedra, donde entrenábamos casi todos los días de la semana. Y eso lo valorábamos, porque veíamos a los otros pibes que se levantaban a las cinco de la mañana y se tomaban dos o tres urbanos para llegar hasta el club. Lo que era en esa época Ferro, no te imaginás. Estaba arriba en todos los deportes, ibas caminando entre la cancha de fútbol y la de básquet y te cruzabas con todo tipo de figuras. De vóley, de gimnasia, con los campeones de la Liga Nacional de básquet y con los vagos de primera que habían ganado el título del ’82, que yo los había visto en mi casa por la televisión.

domingo, 3 de febrero de 2008

Otro cuento de fútbol (1a. parte)


Los hechos y personajes son ficticios, cualquier semejanza con la realidad es pura casualidad.

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“Si la historia la escriben los que ganan,
eso quiere decir que hay otra historia”
Litto Nebbia


1. Llegar

Al principio no era fácil. No es como ahora que viene cualquiera y te arma una prueba ve dos o tres pibes que andan más o menos y se los lleva a un club grande. Encima está esa diferencia, los vienen a buscar prácticamente a la puerta de su casa. Si yo he visto esas convocatorias que hacen en la Placita, ¿cuántos chicos meten? ¿500? ¿600? Antes, en cambio, conseguir una prueba en un club de primera te costaba un huevo y si no tenías un buen contacto era muy difícil que se te abrieran las puertas. Me acuerdo que nos fuimos toda la banda. Éramos seis o siete de los integrantes de ese equipo de Argentino que arrasó en el campeonato de la Liga, le habíamos sacado como veinte puntos al segundo, cuando todavía se repartían dos por partido ganado, si hubiesen sido los tres de ahora creo que dábamos la vuelta olímpica en la mitad del torneo. Pero tuvimos suerte, porque nos recibieron en Ferro y estuvimos dos semanas probándonos. Te digo, nos fue bárbaro, si hasta nos metieron en la pensión y nos daban la comida. No gastamos un cospel en nada. Sólo tuvimos que poner en los pasajes de ida y vuelta o en algún que otro taxi que usamos para recorrer y conocer Buenos Aires. Yo anduve bien esos días. ¡Ojo! No me agrando, pero de verdad, anduve bien. No en cambio lo otros chicos. ¿Sabés que pasa? Que en la cancha, entre nosotros, éramos unos fenómenos. Nos conocíamos de memoria, cada uno de nosotros sabía lo que el otro iba a hacer. ¡No es para menos, che! Si empezamos a jugar juntos en el baby, así que saca la cuenta fueron casi diez años en los que nos veíamos dos o tres veces en la semana para entrenar y los sábados o domingos para los partidos. Para mí, te digo la verdad, haya en Buenos Aires jugamos todos bien, un poco más, un poco menos, pero estuvimos dentro de lo que habitualmente sabíamos hacer y sabés qué, a mí fue al único que llamaron. Nadie lo podía creer. Del grupo yo era el más chico, tenía 16 años recién cumplidos y los otros me llevaban uno o dos. Casi había ido de colado, como el hermano menor que sigue al mayor por todos lados. ‘¿A vos? No jodás, Qué te van a llamar a vos’, me decían los otros pibes. No lo podían creer. Pero era cierto. Creo que me dejaron porque era un flaco alto que jugaba de defensor. Los tipos pensaron que me iban a tener cinco o seis años con ellos, tiempo al cabo del cual les quedaba su modelo de jugador, s ideal.

* Con este cuento recibí una mención especial en el concurso "Rodolfo Walsh" del Cispren, está basado en una entrevista con uno de los tantos jóvenes del interior que van a probar suerte en Buenos Aires.

sábado, 2 de febrero de 2008

No es lo que parece

Una interesante clase de dibujo...

Leer y Escribir no es sólo leer y escribir

"Quien no comprende lo que lle difícilmente logrará escribir nada comprensible o al menos digno de ser comprendido. Perder la capacidad de expresarse intelegible y hasta bellamente por escrito es mutilar a la persona, por muchos conocimientos que reciba por otras vías"

Fernando Savater