jueves, 8 de enero de 2009

Un coctel explosivo

Las imágenes que llegan desde la Franja de Gaza me incentivaban a escribir, pero temía hacer el ridículo frente a un tema tan complicado como lo es el conflicto entre palestinos e israelíes, de todos modos a la luz de los hechos, de la manera en que se fueron sucediendo los acontecimientos y particularmente a partir de los más de 700 civiles muertos y la escuela de la ONU atacada a misilazos, creo que se puede empezar a hablar sin caer en el grotesco.

Como para empezar, no creo en la solución de los conflictos de este tipo a través de la vía militar. Considero que no ayudan mucho a calmar los ánimos o aquietar las aguas bombardeos sobre poblaciones civiles, con la muerte de centenares de niños. Pensemos en los vivos, en el odio que todo ello genera y más aún si quienes oprimen o mandar a oprimir el gatillo hablan de “daños colaterales”. Patético e hipócrita.

Ahora digo, qué hubiese pasado si tanto Israel como sus aliados hubiesen aceptado el triunfo electoral (en elecciones inobjetables, según observadores de la ONU) de Hamas en Gaza, tras la desocupación militar. La victoria de este grupo disgustó a Israel: un Estado que se dice democrático que no respeta la democracia cuando de palestinos se trata (muy parecido a la política de Estados Unidos ¿no?).

En consecuencia, se les impuso un bloqueo económico, por tierra y por mar, que sumió a los palestinos de ese sector (desplazados en su momento por el mismo Estado israelí, es decir, los habitantes de Gaza no son ‘gazeños’ tal como el cordobés de lo es de Córdoba o el porteño de Buenos aires, son un pueblo desplazado que lucha por recuperar su territorio) en la más absoluta pobreza.

Pobreza y opresión son un cóctel explosivo.

Además de ser una opresión que llega en una de las formas más terribles que conoció la humanidad, implementada por “un partido político estrechamente emparentado con los partidos nazifacistas por su organización, sus métodos, su filosofía política y su demanda social (…) con una mezcla de ultranacionalismo, misticismo religioso y superioridad racial”, según reza una carta firmada entre otros por Albert Einstein y la filosofa Hannat Arendt, en 1948 (a meses de formado el Estado de Israel). Qué es sino el muro que divide Cisjornadia, qué son sino cruces en casas de territorios palestinos, la militarización, etcétera.

Pobreza y opresión son un coctel explosivo. Tal vez si quienes gobiernan Israel lo comprendieran no existirían grupos terroristas de palestinos que los hostiguen.

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