Bajo BOLTaje

Beijing ya son sólo imágenes en el recuerdo, satisfacciones en cuentagotas que nos entregaron dos de los deportes más profesionalizados del mundo y esfuerzos totalmente individuales como los de judo y ciclismo…

La patria deportiva no existe y así como en el 2001 nos dimos cuenta que estábamos más cerca de Latinoamérica que de la Europa soñada, una vez más, tras otra olimpíada (el período de cuatro años entre un juego y otro) la realidad nos pega duro y nos dice que fuera del fútbol, el básquetbol y el hockey… no existimos.

De todos modos queda -de nuevo- esa sensación amarga de saber si es porque no les ‘da el cuero’ a nuestros atletas o porque realmente falta una promoción del deporte por parte del Estado, la institución que debería promover la práctica deportiva en la sociedad, como un estímulo al bienestar del conjunto de los ciudadanos.

El deporte como parte de una política de salud, porque esto de mente sana en cuerpo sano no es una antigua frase dicha por baja a saber quién en la antigüedad, es real, es cierto y significaría para el Estado un ahorro importante en las enfermedades devenidas del sedentarismo.

Una política deportiva, que involucre a clubes e instituciones educativas (las benditas y desaprovechadas horas de educación física) ayudaría promover talentos deportivos, que deberían ser utilizadas -en el buen sentido de la palabra- como íconos que incentiven a jóvenes y adultos a inmiscuirse o continuar en la práctica de este tipo de actividades.

Mientras tanto, unos pocos harán atletismo “a pulmón”, ciclismo “librados a la buena de dios”, natación “como se pueda”, remo “entre la basura que flota en los ríos”… sin el mayor compromiso que las satisfacciones personales o como un simple hecho anecdótico: “cuando yo era joven hacia tal o cual deporte”.

Mientras tanto, pasarán otros cuatro años y seguiremos mirando con un dejo de envidia como otros realizan las cosechas de oro, plata y bronce.