martes, 29 de abril de 2008

Burgués sí, pero, ¿reformista?

En el marco del desafío planteado por el lockout de los empresarios agrícolas se planteó el debate sobre los alcances políticos de la medida. En estas páginas, el sociólogo Eduardo Grüner argumentó que estaba en juego la legitimidad del Estado para intervenir en la economía y alertaba sobre los peligros “si la derecha gana”. El politólogo Atilio Boron se suma a la polémica cuestionando el “reformismo” del actual gobierno.

Por Atilio A. Borón

Eduardo Grüner publicó un interesante y sugestivo artículo con el título “¿Qué clase(s) de lucha es la lucha del ‘campo’?” (Página/12, 16 abril 2008) con el cual tengo algunos acuerdos pero también bastantes discrepancias. Quisiera tratar sólo una de éstas: su definición, a mi modo de ver muy generosa, del kirchnerismo como un gobierno “reformista-burgués”. Sin embargo, esta caracterización provocó pocos días después la crítica de José Pablo Feinmann quien dijo que sería infantil esperar que el gobierno de Cristina fuera “revolucionario socialista”. Y agregó, “hoy, un gobierno reformista burgués es mucho más de lo que la Sociedad Rural, todo el establishment y los Estados Unidos están dispuestos a aceptar en América latina. Al reformismo burgués le dicen populismo y, para ellos, es la peste”.
Es cierto que el reformismo burgués sigue siendo tan inaceptable hoy como en 1954, cuando el ensayo tímidamente reformista burgués de Jacobo Arbenz en Guatemala fue ahogado en un baño de sangre, y el Che conoció muy bien esa historia como para sacar las adecuadas lecciones del caso. Pero, ¿sobre qué base califican tanto Grüner como Feinmann al gobierno de los Kirchner como “reformista”? ¿Cuáles fueron las reformas que impulsaron y ejecutaron? Por supuesto, no es este el lugar para realizar un balance de lo actuado en el período abierto con la asunción de Néstor Kirchner el 25 de mayo del 2003. Digamos, eso sí, que el mayor acierto del período fue la política de derechos humanos, más allá de algunas inconsistencias (entre otras cosas, expresadas en la total incapacidad para proteger testigos como Julio Jorge López, desaparecido como en los tiempos de la dictadura) y que el otro logro de la gestión, menos importante que el anterior, se produjo en el campo de la política exterior, acompañando –no obstante sin mayor protagonismo– el embate de Chávez en contra del ALCA. No obstante, mismo en este terreno el panorama no dejó de tener llamativos contrastes porque simultáneamente Kirchner rechazaba reiteradas invitaciones para visitar Cuba, se mantenía al margen de la Cumbre de los No Alineados realizada en La Habana y viajaba a Nueva York, en 2006, para participar en la Asamblea General de la ONU rematando su viaje con una insólita visita a la Bolsa de Valores de Nueva York y declaraciones, a cuál más desafortunada, sobre el futuro capitalista de la Argentina. Para colmo, el año pasado cedió ante la presión de Washington e impulsó la aprobación, con fulminante rapidez, de una absurda legislación “antiterrorista” que en manos de cualquier otro gobierno puede ofrecer el marco legal necesario para la completa criminalización de la protesta social y la disidencia política.
Esos son los dos puntos fuertes del kirchnerismo, ayer y hoy. Admitido. Pero, ¿dónde están las reformas que excitan la generosidad de Grüner y la réplica de Feinmann? No las veo. Para los incrédulos los invito a comparar la gestión del kirchnerismo ya no con el reformismo socialdemócrata escandinavo sino con las del primer peronismo, el del período 1946-1950. En aquellos años se fortaleció al movimiento obrero, se aprobó una vasta legislación laboral sin parangón en la periferia capitalista (vacaciones pagas, aguinaldo, jubilaciones, estabilidad laboral, indemnizaciones por despidos, tribunales de trabajo, accidentes laborales, obras sociales, etcétera), se creó el IAPI, el Banco de Crédito Industrial, la flota mercante del Estado, Aerolíneas Argentinas, y se nacionalizaron el Banco Central, los depósitos bancarios, los ferrocarriles, los teléfonos, la electricidad y el gas. Durante su exposición en la Cámara de Diputados, en 1946, Perón pronunció, a propósito de la nacionalización del Banco Central, unas palabras que es oportuno recordar en los tiempos que corren en donde el pensamiento único no cesa de alabar las virtudes de la supuesta independencia de los bancos centrales. “¿Qué era el Banco Central? –se preguntaba Perón–. Un organismo al servicio absoluto de los intereses de la banca particular e internacional. Por eso, su nacionalización ha sido, sin lugar a dudas, la medida financiera más trascendental de estos últimos cincuenta años.” Aparte de eso, el Estado pasó a ocupar un lugar decisivo en la promoción de la industrialización y sus obras públicas –caminos, diques, escuelas, hospitales– cubrieron prácticamente toda la geografía nacional. Además se sancionó una nueva Constitución, en 1949, en la cual se establecía una serie de derechos sociales a tono con las conquistas que en ese terreno se estaban produciendo en el capitalismo europeo.

Un Estado inexistente
¿Y ahora? El Banco Central está en manos de un Chicago boy y la obra pública paralizada. El Estado, destruido por el menemismo, sigue postrado: no puede apagar un incendio de pastizales en una llanura porque carece sea del dinero, o de la idoneidad, para adquirir un avión hidrante canadiense que cuesta menos de veinte millones de dólares y que hubiera acabado con el fuego en un santiamén; no puede abastecer de monedas a la población; no puede regular ni supervisar el funcionamiento de las empresas privatizadas, y entonces los usuarios del ferrocarril periódicamente incendian estaciones y formaciones para hacer oír su protesta; no puede cobrarle impuestos a Aeropuertos 2000 y entonces se asocia en calidad de “socio bobo” y minoritario a la empresa en lugar de exigir el pago de lo adeudado; no puede garantizar que los caminos y rutas privatizadas estén en correcto estado de mantenimiento mientras decenas de viajeros mueren a diario en horribles (y evitables) accidentes; asiste de brazos cruzados a la desintegración de la red ferroviaria nacional y como única política propone un “tren bala”; no exige a las aerolíneas privatizadas que cumplan un diagrama de vuelos que sirva para integrar las principales ciudades del país, que los fines de semana se quedan aisladas; se muestra indiferente ante el saqueo de los recursos naturales, desde el petróleo y el gas hasta los minerales, y ante el gravísimo deterioro del medio ambiente causado por las explotaciones mineras; prosigue sumido en un estupor catatónico ante el calamitoso derrumbe de la educación y la salud públicas, sin que se le ocurra poner un centavo para remediar la situación, al paso que se ufana de los 50.000 millones de dólares atesorados –al igual que Harpagón, el protagonista de El avaro de Molière– mientras el pueblo pasa hambre, no puede educarse ni cuidar de su salud. Pese a disponer de una mayoría absoluta en ambas Cámaras del Congreso –que vota a libro cerrado cualquier proyecto que ordene la Casa Rosada–, Kirchner no envió una sola propuesta para reformar la estructura tributaria escandalosamente regresiva de la Argentina o para establecer una legislación que posibilitase un combate efectivo contra el desempleo, la exclusión social y la pobreza. Tampoco iniciativa alguna para recuperar el patrimonio nacional rematado durante el menemismo. Un gobierno que, por otra parte, a más de cinco años de inaugurado todavía no definió una política de distribución de ingresos, consolidación del mercado interno y desarrollo nacional. Es cierto que se disminuyó la proporción de pobres e indigentes, pero ésta aún se encuentra por muy encima de los valores existentes al inicio de la actual fase democrática de la Argentina, hace un cuarto de siglo. Con un agravante: que este gobierno dispuso de una coyuntura económica excepcional, como ningún otro en nuestra historia, lo que torna aún más imperdonable que una parte al menos de esa riqueza no hubiera llegado a satisfacer las demandas populares. Y pese a sus estentóreas denuncias en contra de la dictadura, dos piezas maestras de ese régimen: la Ley de Entidades Financieras y la Ley de Radiodifusión continúan en vigencia hasta el día de hoy. La renta financiera sigue estando libre de impuestos así como las ganancias resultantes de la venta de sociedades anónimas. Y el Gobierno sigue sin otorgarle el reconocimiento oficial a la CTA y convalidando, de ese modo, el control político de los sectores populares en manos de una burocracia cuyo desprestigio es absoluto. Esto explica, en gran medida, la indiferencia popular ante la ofensiva del mal llamado “campo”: el pueblo no salió a la calle a defender su gobierno porque no lo siente suyo. Y tiene razón. Sería bueno que el Gobierno dedicara algún tiempo a reflexionar sobre la génesis de esta alarmante pasividad popular.
La anterior es una lista incompleta y parcial, pero suficiente para demostrar que bajo ningún criterio mínimamente riguroso estamos en presencia de un gobierno reformista. Es un gobierno “democrático burgués” (con todas las salvedades que suscita esta engañosa expresión), pero donde el componente “burgués” gravita mucho más que el “democrático” y en donde el reformismo sólo existe en el discurso, no en los hechos. Es asombroso escuchar, como ha ocurrido reiteradamente en los últimos años, las invocaciones de los distintos ocupantes de la Casa Rosada exhortando a los argentinos a redistribuir el ingreso y a repartir de modo más equitativo la riqueza. En fechas recientes la Presidenta volvió a insistir sobre el tema, a propósito del paro agrario. Pero, si no lo hace el Gobierno, ¿quién lo puede hacer? ¿Qué esperan? Si por mí fuera emitiría un decreto de necesidad y urgencia desde mi cátedra de Teoría Política y Social de la UBA instituyendo una radical reforma del régimen impositivo y utilizaría ese dinero para mejorar los ingresos de todos quienes estén por debajo o un poco por encima de la línea de pobreza, pero, ¿quién me haría caso?, ¿qué juez atendería la demanda de los eventuales beneficiarios?, ¿cómo podría obligar a los contribuyentes más ricos y a las grandes empresas a pagar el nuevo impuesto? El Gobierno debería abstenerse de formular ese tipo de estériles exhortaciones.

El posibilismo es inaceptable
Creo que lo anterior demuestra con claridad que no hay “reformismo burgués”. ¡Ojalá lo hubiera! No porque el reformismo satisfaga mis esperanzas sino porque al menos nos posibilitaría avanzar unos pocos pasos en la construcción de una verdadera alternativa, es decir, una salida post capitalista a esta crisis sin fin en que se debate la Argentina, sea en el estancamiento tanto como en la prosperidad económica (que llega a unos pocos).
Por eso es que disiento de lo que plantea Grüner cuando dice que “si alguien nos chicanea con que terminamos optando por el ‘mal menor’ no quedará más remedio que recontrachicanearlo exigiéndole que nos muestre dónde queda, aquí y ahora, el ‘bien’ o su posible realización inmediata.” ¿Dónde queda el “bien”? Eso lo sabe Grüner tanto como yo: el “bien” es el socialismo. Pero mientras maduran las complejas condiciones para su construcción es posible la realización inmediata de algún “bien”, de algunas reformas que pongan fin a la escandalosa situación en que nos hallamos. ¿O me va a decir que hará falta una revolución socialista para aproximar la estructura tributaria de la Argentina a la que tienen países como Grecia y Portugal en la Unión Europea, para no hablar de la que existe en Escandinavia? ¿Será preciso asaltar el Palacio de Invierno para que las retenciones al agro –totalmente justificadas en la medida en que se discrimine entre los distintos estratos del patronato agrario– se coparticipen con las provincias y sean asignadas exclusivamente a combatir la pobreza y a reconstruir la infraestructura física del país y no al pago de la deuda? ¿Tendremos que subirnos a la Sierra Maestra para que el Estado regule cuidadosamente el desempeño de las privatizadas y avance en un programa de “desprivatización” para aquellas que se compruebe que han estafado al fisco y a los usuarios? ¿Habrá que esperar el cañonazo del Aurora para derogar la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz? En suma: no es un tema de chicanas o recontrachicanas, sino de exigirle al Gobierno que haga lo que debe hacer. Que tenga la osadía de ser un poquito reformista. Y si no hace lo que hay que hacer es porque no quiere, no porque no puede. Y si no quiere no veo la razón para que tengamos que apoyarlo en contra de un fantasmagórico “mal mayor”, espectro invariablemente agitado por quienes quieren que nada cambie en este país y que termina en el posibilismo y la resignación. Como creo que estas dos actitudes son inadmisibles, ética y políticamente, es que me opongo a entrar en el repetido juego de “nosotros” o el “mal mayor”, que desde hace décadas viene empujando a la Argentina hacia el abismo y hacia nuestra degradación como sociedad. Tiene razón Grüner cuando dice que “no estamos ante una batalla entre dos modelos de país; el modelo del Gobierno no es sustancialmente distinto al de la Sociedad Rural”. Corrijo: es un solo modelo, pero no es el de la Sociedad Rural, pobrecita, sino el de los grandes ausentes de este debate y que los compañeros del Mocase oportunamente trajeron al primer plano en su nota del viernes 25 en Página/12: es el modelo del gran capital transnacional, cuyas naves insignia en materia agraria son Monsanto, Dupont, Syngenta, Bayer, Nidera, Cargill, Bunge, Dreyfus, Dow y Basf. Y si este modelo prosperó fue porque desde Menem hasta nuestros días –aclaro, dada la susceptibilidad ambiente, que me parece un disparate decir como lo hace cierta izquierda trasnochada, que este gobierno es igual al de Menem– no hubo un solo gobierno, tampoco el de los Kirchner, que intentara cambiar el modelo agrario-exportador y poner fin a la sumisión de nuestro país a las transnacionales. Todos facilitaron cada vez más las cosas para que la Argentina se convierta en una especie de emirato sojero, y si hoy el Gobierno se queja de la rapacidad “del campo” sería bueno que se interrogue por qué no hizo nada para impedir que lleguemos a esta situación. Por lo tanto, lo de “reformista” es una concesión gratuita a un gobierno que, por lo menos hasta ahora, no ha hecho ningún esfuerzo serio para hacerse acreedor de ese calificativo.

sábado, 26 de abril de 2008

Otto robó voto: capítulo final

Otto Christian Wester, dirigente peronista y ex funcionario municipal de Villa María acusado de haber robado un voto del Frente Cívico (juecismo) cuando todavía no se había realizado el escrutinio en las elecciones provinciales del pasado 2 de setiembre, logró evitar el juicio en su contra y que su situación legal se encuadre en la figura de la probation. En consecuencia, ahora deberá realizar trabajos sociales para pagar por el delito electoral que cometió. La resolución por la cual se concedió a Wester la probation (pedido de un acusado para pagar una condena con tarea social) fue firmada por la jueza electoral provincial Marta Vidal. Vidal determinó que el caso reunía los requisitos exigidos para conceder la suspensión del juicio a prueba, y fijó las condiciones que deberá cumplir Wester. Los dos ítems más importantes son que el acusado no podrá ejercer sus derechos políticos durante un año, y que en ese mismo lapso deberá realizar trabajo no remunerado no inferior ocho horas mensuales (dos sábados al mes) en el ente autárquico Escuela Granja “Los Amigos”, una entidad de Villa María que se dedica a la recuperación de menores en riesgo o en conflicto con la ley penal. La autoridad a cargo de ese establecimiento será la responsable de remitir al Juzgado un informe trimestral sobre las tareas que realice Wester y dar cuenta de su efectivo cumplimiento. Además, Wester deberá fijar domicilio y abstenerse de cambiarlo o ausentarse sin previo aviso al juzgado, y se comprometió también a no cometer delitos, no drogarse, ni abusar de bebidas alcohólicas. A estas condiciones, que el propio Wester ofreció al Juzgado Electoral y éste aceptó, se agrega también una propuesta de resarcimiento económico al Estado por valor de 500 pesos. Ese último ofrecimiento fue desestimado, al evaluarse que el daño causado por el acusado no puede ser cuantificado económicamente. Según se estableció en la investigación penal, quedó acreditado que el 2 de setiembre pasado Wester sustrajo un voto de la mesa electoral N°4.514, ubicada en el Colegio Bernardino Rivadavia, de la ciudad de Villa María.

La Voz del Interior, 25/04/2008

miércoles, 16 de abril de 2008


Se merece una foto

Así como en su momento se le "pegó" a Cavagnero, por herencias adquiridas y alguna que otra cosita propia, es justo y de caballeros reconocer lo bueno , así que acá va la foto de la calle Marcos Juárez -vista desde el puente Vélez Sársfield hacia el centro- luciendo su flamante asfaltado.

¿Quién diría? Después de muchos años en Villa Nueva se hace una obra importante y útil, ya va a venir el corte de cintas con fotos y trajes de políticos, pero cuando lo que se hace le sirve a toda la comunidad, eso que importa... ¡Ojo Cavagnero! Por ahora son felicitaciones, pero te estamos observando... (chiste)

El título de tapa


La Voz del Interior, el medio gráfico más importante de la provincia de Córdoba, uno de los más vistos del país a través de su página de Internet, el que más historia acumula en el suelo cordobés, con una tirada que envidian muchos de los diarios del interior, con excelentes periodistas entre sus filas -como Enrique Lacolla... ¡¿quééé?! no está más, lo echaron... perdón no sabía-... volviendo a La Voz del Interior ese diario difícil de leer por su tamaño, pero que mágicamente te invita a desplegar sus grandes páginas para sumergirte en sus lecturas... La Voz del Interior... digo La Voz del Interior NO TENIA UN TÍTULO MÁS TRASCENDENTE PARA PUBLICAR EN SU TAPA QUE EL APARECIDO EN SU EDICIÓN DEL ULTIMO LUNES, SI ESE QUE ESTÁ RESALTADO EN LA FOTO QUE ACOMPAÑA ESTA NOTA. ¡¡Por favor!!

No se pierdan la saga de este profundo y conmovedor informe que se viene a partir del próximo lunes: "TRABAJAN CUATRO HORAS" (ellos seguramente tendrán la posta de que todos, en promedio, trabajamos 3,5 horas), "TIENEN TRES MESES DE VACACIONES" (ya van a encontrar el que llega a seis), "LAS CONDICIONES DE TRABAJO DE LOS DOCENTES SON MEJORES CON RELACION A OTROS TRABAJADORES" (comparado con los carboneros del monte chaqueño), "ESTAN BIEN REMUNERADOS EN RELACION AL TIEMPO DE TRABAJO" (si lo medimos en relación a algún funcionario público, je), inaugurando una lista que continúa con otros mitos que circulan por el imaginario popular.

Demás está decir que es un absurdo total la sugerencia del título, malicioso y tendensioso, a tal punto que ni siquiera lo reconoció el propio Ministerio de Educación (según el mismo diario el martes 15/04).

La lectura de ese título a simple vista involucra a TODOS los docentes, aún a aquellos que nunca faltan, aún a aquellos que se pasan una semana fuera de su casa dando clases en una escuelita de las Altas Cumbres, aún a aquellos que tienen más de 45 adolescentes dentro de una sala en condiciones de recibir a 25, aún a aquellosm que intentan enseñar en escuelas donde la temperatura llega en invierno a unos pocos grados, a los que enseñan en medio del hambre y la más absoluta de las miserias, en escuelas donde la droga corre como una golosina, aún a aquellos que aman el oficio de enseñar pese a las adversidades...

Sería necio negar que existen docentes que faltan esos 19 días y más también, que hay muchas licencias, carpetas médicas, etcétera, pero nada dice el informe acerca de las condiciones en las que tiene que trabajar un educador, aún en las escuelas más selectas de las grandes ciudades cordobesas, públicas o privadas. Un docente solito mi alma frente al curso tiene puestas sobre él un conjunto de miradas, a saber: de los pibes, de los padres de los pibes que les miran el cuaderno todos los días (los que se los miran), de la directora (que quiere que dé la mejor de las clases para dirigir la más prestigiosa de las escuelas), de la vicedirectora, de sus propios compañeros, de la inspectora... presiones que esa humanidad absorve, sumémosle a ello la conducta de los chicos, que están difíciles desde la primaria hasta el último año de la secundaria; las carencias, que muchas veces desvirtúan la tarea docente, cunfundiéndola con la de un psicólogo... un lindo combo... Aún así, no todos los docentes faltan 19 días.

Una lástima La Voz del Interior, ese centenario diario cordobés, que no sólo censura y acalla la opinión de sus propios periodistas (como lo hizo con Lacolla), sino que también se está poniendo gorila.

lunes, 7 de abril de 2008

En quién confiar

Por Eduardo Aliverti

Ahora que el conflicto con “el campo” entró en lo que ese insuperado lugar común denomina como “tensa calma”, uno profundiza el esfuerzo de revisar su postura para ver si acaso no quedó preso de la dinámica de tanto decibel atronador.

Una primera constatación es que, como toda la vida en este país, lo que sube no baja. Y si baja, es hasta niveles que siempre quedan por encima de antes de la subida. Al cabo del putsch rural, alimentos y combustibles pegaron una disparada que, en el mejor de los casos, ya no dejará de ser estirón. Esa cuenta la pagan los sectores más desprotegidos de la sociedad. Y por mucho que los productores y rentistas agropecuarios se amparen en que precios y tarifas son empujados por cadenas de intermediación y empresas de servicios, ¿cómo rebatirán que su lockout fue el factor determinante para que los formadores inflacionarios hallen una excusa injustificable pero efectiva? ¿Qué dirán? ¿Que es justamente sobre esos actores donde debe operar el Gobierno para apropiarse de renta? ¿Lo cortés quita lo valiente? “Paro” del “campo”, inflación agregada y nueva pérdida del poder adquisitivo de los más humildes y de la clase media. ¿Quiere decir que los que desataron, retroalimentaron y apoyaron el lockout agrario concluyeron en favor de la inflación? Impresiona un tanto contestar que sí, pero hay que ponerse a sacar cuentas. Volverán a brillar los instintos más ventajeramente bajos de lo peor del sector comercial. Allí el Gobierno no interviene más que para acordar precios que tanto constituyen la fantasía de Kirchnerlandia, como sirven al objetivo de trazar un consenso con las patronales a fin de que la presión salarial sea manejable.

Algunos datos respecto de los intereses principales que se jugaron en la crisis con “el campo” fueron expuestos en este diario –o más bien recordados, porque no se trata de ningún misterio– por quien es reconocido como uno de los mayores expertos del país en economías regionales, Alejandro Roffman. Desde finales de los ‘80 abandonaron la actividad alrededor de 100 mil productores agropecuarios pequeños y medianos. De los que quedaron en total, muchos se dedicaron a cultivar soja en el verano, para luego hacer trigo, u otra actividad, en invierno. Más o menos 70 mil productores, sumados a apenas unos 2 mil que son los responsables del 80 por ciento de la producción de soja. ¿Qué hace el resto? Roffman cita la enorme gama de procesos de producción: actividad ganadera en todo el país, vacuna, ovina y porcina; frutas de pepita; frutas de carozo; uva; citrus; maíz y girasol; algodón; poroto; tabaco; yerba mate; té; avicultura; arroz; más la actividad hortícola, diseminada por todo el territorio. Esa lista, refuerza Roffman, subraya que el conflicto por el reparto de la ganancia y la renta empresarial de la soja abarca solamente al 20 por ciento de los productores. Es en nombre de sus intereses que se paró el país y, como bien concluye, “ningún sojero corre el peligro de quebrar ni de morirse de hambre, sino que pelea, por sí o por intermediarios, para que no se le rebane el fabuloso incremento de sus beneficios netos”.

Ninguna de estas u otras evidencias sirvió (¿ni servirá?) para frustrar de raíz la arremetida de un complejizado amontonamiento de actores sociales: grandes terratenientes, hoy con forma de grupos concentrados; pequeños-medianos productores, y rentistas, atizados por ver con la ñata contra el vidrio el reparto de una torta fabulosa; pulpos agroexportadores y proveedores de semillas que ni aparecieron en escena ni fueron señalados; y una murga ínfima de tilingaje urbano, en la que se aunaron genética gorila y frivolidad barullera, capaces, por la acción mediática, de construir imaginario de disconformismo profundo. Si esa congregación fue capaz de conmover al oficialismo y al país entero, el Gobierno no sólo debe cuestionarse sus “errores” de implementación económica. Debe replantearse muy seriamente su modo de construcción política, que en la primera prueba de fuerza de magnitud le significó carecer de aliados considerables y suficientes. Llenó la plaza con el aporte preeminente del aparato pejotista. Muy poco para enfrentarse con uno de los bloques de la derecha realmente existente, que no soporta ni siquiera este experimento de reformismo capitalista. Con una economía en crecimiento, la puja por la renta desata apetencias frente a las que es exiguo, y mediocre, continuar apoyados en un puñado de figuras. Este gobierno tiene muy pocos cuadros políticos, y si tiene más quedan sumergidos bajo el estilo autocrático de la pareja comandante. Defender la intervención del Estado en la economía para regular los desequilibrios sociales, apropiando una parte de la renta de la clase dominante, requiere de mucho más que apelar a los recursos de simbología peronista versus gorilaje apátrida.

Es probable que el lockout agrario haya comenzado a marcar o tensionar los límites ideológicos del kirchnerismo, en el sentido de cuáles son las fuerzas sociales a las que sería capaz de recurrir para consolidar su modelo reformista de Estado más o menos presente. Esas fuerzas no existen per se. Tiene que “inventarlas” desde una concepción mucho más horizontal en la forma de construir poder, sin por eso renunciar a lo imprescindible del liderazgo populista; apostar más y mejor al desarrollo de nuevos agentes productivos; animarse a salir del cascarón de aldea provinciana. No será revolucionario, dicho en ortodoxia ideológica, pero es lo que hay. Como apunta Ricardo Aronskind, economista y profesor de Ciencias Sociales, lo que está en discusión no es si con el kirchnerismo se vive bien, sino si podríamos pasar a vivir francamente peor. Sostener y agudizar el esquema de reparto estatista, como acaba de ser comprobado y al margen de las tropelías antipopulares en la distribución de la riqueza, supone la furia de la derecha argentina, que es una de las más salvajes. Y volviendo al comienzo, a la “tensa calma”, uno no ve que se haya equivocado en lo primordial, que es y seguirá siendo no equivocarse de enemigo.

Será difícil, vista la correlación de fuerzas y con los medios en contra, que la mayoría lo interprete firmemente de esa forma, si el sistema de construcción de poder pasa por la tontería indescriptible de agarrárselas con Sábat y confiar en los camiones de Moyano y los micros de los intendentes del conurbano.

jueves, 3 de abril de 2008

Ahora, diciendo y haciendo

Bien todo parece indicar que la tregua finalmente traerá la calma en este convulsionado y bendito país que tenemos, donde más allá de las dicotomias planteadas (peronistas - antiperonistas, pueblo - oligarquía, negros - blancos) el campo se quedará con lo que dicen es suyo y el gobierno con lo que dice que es suyo.

Pues bien, la gente del campo se encargará de administrar la parte que le quedó y el Estado, en manos de CFK, hará lo propio con lo que recaudó, lo concreto en este sentido es que Cristina dijo, volvió a decir y lo repitió en cuanta oportunidad tuvo a su alcance que el dinero de las retenciones tiene como destino hacer de este un país más igualitario, que su objetivo es achicar la brecha entre ricos cada vez más ricos y los pobres que nunca dejaron de existir... ¿sería interesante saber de qué forma esto va a suceder después de cinco años K? o, en todo caso, ¿por qué recién ahora?

Por ahí escuche que ese dinero estaba destinado a más y mejor educación ¿lo esperamos con los brazos abiertos?... En darle calidad a la atención de la salud, dele nomás, que se necesitan hospitales bien equipados, con médicos bien pagos, remedios y tecnología de última generación... La escuche decir que se necesita reemplazar al modelo de monocultivo de soja (¿recién ahora?, pregunto de nuevo), pues devuelvale la tierra a los campesinos santiagueños que fueron corridos a punta de pistola, restitúyaselas a los aborígenes chaqueños que siguen muriéndose de hambre, que ellos la sabran cuidar mejor que los pooles de siembra (esto además es una cuestión de JUSTICIA)... Hacen falta mejores vías de comunicación para hacer circular la producción agropecuaria e industrial (no creo que sea necesario un tren bala para ello)... Elimine los subsidios a los parásitos del Estado como Urquía (que en el '82 se benefició con la nacionalización de su deuda con centros internacionales y aún hoy sigue viviendo a costa de todos nosotros)...

Sin dudas que hay muchas cosas más por hacer, las que escapan a mis escasos conocimientos en materia económica, y así como creo es un instrumento válido la "retención", también considero que una persona debe hacer lo que dice para ser respetable y transmitir un ejemplo a las futuras generaciones, al margen de comenzar a hacer de Argentina un país más justo.

Les recomiendo que observen el siguiente documental elaborado por la televisión venezolana acerca de ese granito mágico - la soja - que nos ha dividido tanto.





miércoles, 2 de abril de 2008

¿Quién provoca a quién?

Hay gente que no necesita precisamente que YO la defienda, particularmente porque mis conocimientos sobre abogacía no son una cosa de locos, así que esto no es una defensa del piquetero oficialista Luis D'Elia, que me parece un personaje bastante oscuro de la política nacional, tá claro... Pero me parece oportuno mostrar este videito de la discusión que tuvo con Fernando Peña.

A D'Elia se lo crucificó por éste y otros incidentes, como pegarle a un tipo que lo fue puteando casi a lo largo de una cuadra (que alguien haga la prueba a ver cuánto aguanta y después me dice), pero nadie le puso atención al inicio del diálogo con el ¿periodista? Peña... Veamos quiém empieza quién agrede a quién, si la respuesta del piquetero no tiene sentido dentro del contexto de ese ¿diálogo?

Vean y presten atención al comienzo de la nota, el resto es una porquería, pero escuchen el comienzo...